El alienismo y la psiquiatría se han debatido siempre, desde sus orígenes, en un frágil equilibrio por la doble misión de prestar tratamientos médico o psicológico a los pacientes mentales y de contribuir a la defensa y al control social. La desconfianza social y cultural hacia el loco y su consideración como un individuo improductivo y/o peligroso explica, en buena medida, que la psiquiatría se configurase como una “prestación especial” y como una disciplina de poder. Es esta doble misión, o esta doble mirada, la que permite entender muchas de las contradicciones de la psiquiatría desde sus orígenes. El trabajo sostiene que la psicopatología del futuro debe apuntar a la libertad, siempre amenazada, pero que ha de ser también siempre creciente. Todo conocimiento que tiene al loco por su objeto principal sólo puede apuntar a la emancipación del sujeto, a una autonomía real que se aleje de todo intento de normalización.